Este es un blog modesto, sin grandes pretensiones. Su única finalidad es que tú que acabas de entrar pases un rato agradable con su lectura.
Las entradas que vas a encontrar son todas originales de Sabbie.

jueves, 29 de septiembre de 2011

NATA MONTADA EN DO MENOR

      La idea de esta entrada surge de una conversación que tuve ayer en el trabajo. Una compañera empezó a hablar de música (sííí, fue ella la que empezó, no fui yo. Palabra de gaitera). Me estuvo contando que su hermano y su hijo eran músicos...y yo le conté mi parte bla bla bla...pero con lo que me quedé fue con lo siguiente: ella no paraba de repetirme "me gusta mucho la música, pero no entiendo" y lo decía casi como sintiéndose culpable, como si por "no entender" no tuviera derecho a opinar. Ni siquiera a decir que le gustaba la música.
   Ahora viene mi pregunta refiriéndonos al arte en general y a la música en particular: ¿Es necesario saber (sea la disciplina que sea) para decidir si te gusta?
   Enseguida me vino a la cabeza un ejemplo muy claro. Como suele ser habitual en mí, pensé en comida. Te puedes comer el postre más rico que jamás hayas probado (a mí me chifla el brazo de gitano con chocolate de mi tía Pili) y no tener ni idea de cómo lo han hecho. Puede que jamás hayas hecho un bizcocho o jamás hayas montado nata, ¡y qué! ¿Por eso no puedes decir si te gusta o no? ¿Tu opinión no es valida? Está claro que un repostero podrá sacarle muchos más matices que tú. Probablemente sobre aspectos que a tí ni se te pasan por la imaginación. Para tí la nata montada es eso: nata montada. Y si te gusta, ¡pues te gusta y ya está!
   Esto mismo lo podemos trasladar a la música, a la pintura, a la escultura...
   A mí me das un cincel, martillo y un trozo de mármol y...sí, con suerte puedo acabar rompiendo el mármol, pero ya está. Eso no quiere decir que, como ya os conté en otra entrada, al ver el David de Miguel Ángel en Florencia me pusiera a llorar como una magdalena. Emocionarse y disfrutar de algo bonito está al alcance de todos. Sólo depende de tu sensibilidad. Ahora bien, la cosa se torna diferente cuando eres tú el que, al practicar cualquier arte, consigues emocionar al resto. Esto, en mi opinión, es de las cosas más bonitas que te pueden ocurrir en esta vida.
  Yo, a pesar de que mi nivel musical es echándolo alto de menos tres, me considero músico (eso sí muy modestamente. Soy consciente de ello eh? No os penséis que no). Pues bueno, incluso desde mi modesto inframundo musical he tenido la suerte de poder ver cómo otros disfrutaban con lo que yo hacía. En más de una ocasión, cantando con el coro y tocando el saxo en bodas, he visto llorar a la gente. (Quiero pensar que por la emoción del momento, unida a la música que escuchaban. Espero que no fuera por lo espantoso de la música).
   Otro caso que me sorprendió fue cuando en un ensayo general con la banda de música (esos ensayos matutinos que preceden al concierto de la tarde, donde sabes que hay que darlo todo) yo tenía que  hacer un solo al principio de un arreglo de la música de Braveheart, justo al terminarlo el director paró, y mi compañera de al lado me dijo: "Uf, qué bonito... ¡Mira!" ¡Llevaba los pelos del brazo totalmente erizados!! Me eché a reir. Desde luego, no era para tanto, pero por lo visto para ella sí. La verdad es que me hizo sentir muy bien y me dió mucha confianza para hacerlo lo mejor posible en el concierto.
   El caso más reciente fue hace unos días. Eran las fiestas de un pueblo cercano y para corresponder a la invitación que nos habían hecho, fui a tocar con los gaiteros del lugar. Después del pasacalles de rigor, tras la comida, volvimos a tocar. Yo "tocaba" la gaita (considero que todavía no es tocar lo que hago con ella, pero ya llegará) acompañada por una tarota muy bien tocada. Tocamos la Danza del Oso. No la habíamos ensayado antes ni nada. ¡A lo valiente! Los percusionistas, instintivamente, empezaron a acelerar. Esto (y el vino de la comida) hizo que los asistentes se empezaran a animar cada vez más. ¡Cuál fue mi asombro cuando ví a toda la peña dando palmas, e incluso algún bote! ¡Conseguimos poner en pie el garito! Eso amigos, fue grande, muyyyy grande. En esa ocasión el escalofrío lo sentí yo.
   Conclusión.  En este caso dirigida a los que de verdad hacéis arte: por favor, no dejéis nunca de hacerlo. No sabéis cómo nos llegáis a endulzar la vida a los profanos con un concierto... con una exposición...con nata montada.

viernes, 19 de agosto de 2011

GENIO Y LARGURA...


 

Fotografía de Sabbie.

    Se llama José Pascual, nombre rotundo que hace honor a su casi metro noventa, pero...por esos giros que tiene la vida, tooodo el mundo lo conoce como Pepín.
    Pepín es un tipo polifacético donde los haya. Es músico, cómico, compositor, mago...y como a él le gusta llamarse: alicate, payaso y agitador. Los que ya hayáis tenido oportunidad de verle actuar sabréis perfectamente a que me refiero. Un espectáculo con este tío tan largo no deja indiferente a nadie. Los que todavía no le habéis visto en directo...¿A qué estáis esperando?
    Hablaremos del Pepín músico: además de componer y versionar temas, este alicate musical toca prácticamente cualquier instrumento que caiga en su poder. Yo más que alicate lo llamaría "astralica mano". Da igual que le des un laúd, una dulzaina, un rabel, una bandurria, un martillo de goma, una tarota, un guitarrico, una baglama,  una gaita, un chiflo, un tambor, un martillo de goma, unas cucharas de boj, una naríz alérgica, ¿ya he mencionado el martillo de goma?...¡Todo! ¡Este hombre toca absolutamente todo! Es precisamente en las ejecuciones musicales donde se puede ver al Pepín más "serio", ya que la calidad de las intrepetaciones musicales así lo requiere.
   Por otra parte tenemos al Pepín mago. Sí amiguitos, este muchacho también es mago. Gran admirador de Tamariz, toma de él su sentido del humor de tal forma que en los rostros de los espectadores se mezcla la sorpresa de la resolución del truco con una amplia sonrisa. A decir verdad, la sonrisa no desaparece desde el preciso instante en el que él aparece en escena.

Fotografía de Sabbie.
   Es un humor blanco el que practica este José Pascual que se quedó en Pepín. Un Pepín laaargo, de "casi metro noventa". Sería muy sencillo sacar a alguien del público y reirse de sus defectos como hacen muchos que se autodenominan cómicos. El Agitador no hace eso. Este gran Payaso busca la cosa más simple que te puedas imaginar y consigue arrancarte una sonrisa con ella. Acción que puede parecer una tontada, pero...¡se te tiene que ocurrir! Puestos a reírse de alguien, se ríe de sí mismo. Algo que deberíamos practicar todos. Aprovecha su túpida cabellera, su sonrisa metalizada (que pronto será "sonrisa Profiden"), su largura con un toque desgarbado o su rostro de mueca imposible. Cualidades que no le valdrían de nada si no las mezclara con la dosis exacta de ingenio y buen hacer. Con todo esto creo que queda bien demostrado que Pepín Banzo es un ARTISTA de los pies a la cabeza. ¡Y cuidado! Que estamos hablando de alguien muuuy laaargoooo, de casi metro noventa.
   Os podría contar más cosas, como que practica deporte de alto riesgo al interactuar con chavales descarados que se suelen sentar en primera fila en sus espectáculos. Sí amigos, niños de esos tipo: "hace falta ser maleducado" "pero...¿dónde están sus padres?". Sea como fuere nuestro artista siempre sale airoso, aunque a veces le hagan pasar verdaderos apuros. 
   En fin...que podría escribir y escribir...pero tampoco os voy a contar todo. ¡¡Tendréis que verlo!!
   Si surge la ocasión no la dejéis escapar. Prometo que os va a gustar. Tiene mucho ingenio guardado en ese casi metro noventa este hombre de mirada bondadosa y simpática, de un verde singular, que si hacemos caso al dicho, es muy probable que sea el espejo del alma...o no.

viernes, 15 de julio de 2011

MI FAMOSO PREFERIDO

   La historia que nos ocupa en esta ocasión está basada en hechos reales.

   El que más y el que menos, en algún momento se ha tropezado con alguien famoso por la calle. El personaje te puede gustar más o menos. Claro está que no es lo mismo encontrarse con Andrés Velencoso que con el feo de los hermanos Calatrava, pero todos decimos: anda mira, si es...... Ahora bien, cuando ese famoso al que vemos delante de nuestras narices, resulta además ser nuestro ídolo, aquel con el que hemos soñado tantas veces...el asunto es bien distinto ¿a que sí?
   Recuerdo perfectamente el día que esto mismo me ocurrió en carne propia. Digamos que el encuentro no fue precisamente  fortuito (no tengo tanta suerte). Estaba programado y bien programado, así que yo sabía perfectamente con quién me iba a encontrar. A pesar de saberlo, era imposible calmar los nervios y apagar la impaciencia por tenerlo delante.
   El encuentro fue en una Academia de Bellas Artes (¿a que os esperábais a un músico?. Pues no. No es músico. Al menos en el ámbito público). Entrar en el lugar de encuentro me costó lo mío. Por lo visto no era la única que quería aprovechar la ocasión de poder, al menos una vez, estar cerca de él. Después de haberlo visto tantas veces en fotografía, en televisión, incluso haberlo estudiado en clase, en breves me iba a encontrar frente a frente con mi sueño. Ahora mismo, recordándolo, se me vuelve a hacer un nudo en el estómago. Os hacéis una idea ¿verdad?.
   Una vez dentro del recinto me llevé una gratísima sorpresa. Caí justo en medio de una exposición de instrumentos musicales desde el Renacimiento hasta el Clasicismo, con colección de Stradivarius incluída. ¡Qué gozada! (Ya véis, al final sale a relucir la música).
   Después de disfrutar muchísimo con la exposición, eso sí, con los nervios sin parar de rebotar en mi estómago, había llegado el momento. Ya era la hora. Justo detrás de aquella puerta frente a la que me encontraba...¡¡sólo nos separan una puerta y unos cuantos metros!! Practicamente toda una vida esperando a que llegara este momento y ahora...¡tan sólo tenía que cruzar una puerta! ¡Y la crucé!
   Allí estaba...justo al fondo de la galería, bajo una cúpula donde la luz era perfecta. La gente se agolpaba a su alrededor, pero él, acostumbrado a las multitudes se mostraba sereno y tranquilo. Parecía no molestarle el remolino de gente que se formaba a su alrededor. Será la costumbre, pensé. Poco a poco me fui acercando. No podía dejar de mirarlo. ¡Lo tenía delante! ¡Estaba ahí mismo! ¡A-hí mis-mo! Empecé a temblar...poco a poco mi paso se fue volviendo lento y pesado. No podía apartar los ojos de él. De repente noté cómo se me nublaba la vista, y sin poder remediarlo...sí queridos lectores, ahí estaba yo cual quinceañera delante de Pablo Alborán, ¡llorando como una magdalena! No sabía qué hacer. Tan sólo esperaba que nadie se fijara en mí, que nadie se diera cuenta de la tonta esa que estaba llorando...y tuve suerte. Es tal el magnetismo que desprende mi ídolo, que afortunadamente nadie reparó en mí (salvo el que duerme conmigo).
  Una vez recuperada de la emoción inicial me acerqué más...y más...aquella pálida belleza marmorea me tenía hipnotizada. No era como me lo había imaginado...que va...¡era mil veces mejor! Me fijé mucho en sus manos. ¡Esas manos que tantas veces había visto en los libros de arte! Simplemente perfectas. Talladas con un realismo y una delicadeza que nadie diría que eran de piedra. El abdomen, las piernas...¡Perfecto de principio a fin! Algunos lo tildan de desproporcionado, y no es cierto. Dicen que tiene la cabeza y las manos excesivamente grandes, pero yo tengo mi propia teoría: ¿Acaso no querría el genial Miguel Ángel destacar en él precisamente sus puntos fuertes? Que yo recuerde, la historia nos cuenta que David venció a Goliat con una honda (sólo sus manos y su ingenio).
   Seguí largo rato contemplando aquella obra maestra. Empapándome y disfrutando de ella con los seis sentidos (sí, también el del alma). ¿Fue síndrome de Stendhal? No lo sé. Sólo sé que aún hoy cuando lo recuerdo, los ojos se me vuelven a llenar de agua. Será por eso que me apetecía contarlo.
   ¡Adiós mi David! Que sepas que no pierdo la esperanza de que algún día nos volvamos a encontrar.

domingo, 15 de mayo de 2011

EL REGRESO DEL ALMOGAVAR

     Me presentaré:
     Mi nombre es Felicia. Nací en los albores del siglo XIV en Çaragoça en el seno de una familia acomodada. Mi padre es caballero de confianza del rey Jaime II; mi madre falleció al darme a luz, por lo que he crecido bajo la protección total de mi padre, pero sin el cariño de una madre. Pronto cumpliré catorce años y seré desposada con un gran señor del que poco os puedo contar, ya que tan sólo conozco su nombre y su edad: Arnau Gisbert de veintiocho años..
    La vida transcurre tan apacible y cómoda como aburrida. Es cierto que dispongo de toda clase de comodidades dada la posición social de mi familia, pero lo que para cualquier joven sería un sueño, para mi es una pesadilla. Apenas puedo salir de casa, y cuando lo hago, siempre es en compañía de mi criada y no se me permite hablar con nadie. Como podéis ver, mi vida tiene poco de atractivo.
   La única vía de escape la tengo en la imaginación. Todos los días le doy gracias al cielo por haberme concedido una mente despierta y un espíritu inquieto.

   Fue recién entrada la primavera cuando una noticia agitó a toda la ciudad. Los bravos guerreros almogávares habían conquistado los territorios de Neopatria para gloria del reyno de Aragón y próximamente serían recibidos con honores en la ciudad.
   ¡Los almogávares! Cuántas veces  habíamos oído contar las hazañas de estos mercenarios que entraban en lucha golpeando sus armas con piedras  al grito de ¡dispierta fierro! También habíamos oído hablar de una compañía almogávar que se hacía llamar Lurte. Esta, además de por la valentía en el combate, también era de sobras conocida por la maestría de sus componentes al hacer música.
   Cuántas veces mi imaginación ha volado al oir estas historias de sangre y batallas. Tiene que ser dura la vida de un guerrero...pero a la vez ¡qué excitante! Cuántas veces me he visto empuñando cuchillo y lanza gritando ¡Aragón! y corriendo hacia el enemigo. Vencer o morir. Cuántas veces me he imaginado durmiendo al raso, con un ojo cerrado y otro abierto, siempre alerta. Cuántas veces...he vuelto a la realidad de sedas y terciopelo, no sin cierto alivio, pero con gran melancolía.

   En esta ocasión era precisamente la compañía Lurte la que regresaba después de la conquista de Neopatria. ¡Por fin iba a poder admirar de cerca a un auténtico guerrero almogávar! 
   Y llegó el día. La ciudad hervía de actividad. Todo tenía que estar listo para la llegada de los guerreros. Y yo, aprovechando que mi señor padre estaría con el rey, podría asomarme y verlos pasar sin ningún reparo. 
   Ya es la hora. Las gentes se agolpan en las calles esperando la triunfal entrada de Lurte. Las tabernas están llenas de hombres que beben y ya ebrios siguen brindando por los almogávares y por Neopatria. Yo estoy asomada en la ventana más alta que hay en casa, desde la que se divisa más allá de la muralla que cierra la ciudad. A lo lejos se ve una nube de polvo en el camino. ¡Ya están aquí! Corriendo bajo a un gran ventanal que da a la calle desde donde podré apreciar con más detalle el desfile de los guerreros. ¡No os podéis imaginar cuánta emoción llevo contenida! Un caballero entra a galope gritando que ya vienen y toda la actividad se paraliza. Todo el mundo quiere estar presente. Al poco tiempo se empiezan a escuchar unos pasos lejanos  que poco a poco se van volviendo más claros, y allí, entre vítores y clamores aparece la compañía almogávar. ¡No me lo puedo creer! ¡Tengo a escasa distancia a los guerreros de los que tanto he oído hablar! Entran tan orgullosos por la victoria como demacrados por el esfuerzo de la batalla. En esta ocasión empuñan las otras  armas por las que también son conocidos. Es una música cautivadora la que sale de estos instrumentos. Melodías de tierras lejanas, muchas de ellas forjadas directamente en el corazón de los guerreros. Son  unos sones fuertes como los mercenarios, pero ejecutados con una delicadeza y maestría sin igual.
   El desfile con gran pesar por mi parte llega a su fin. Las gentes dicen que durante un tiempo estos guerreros irán de ciudad en ciudad narrando sus batallas. ¡Ojalá pudiera salir y verlos!... De momento me quedo soñando con Lurte y su Neopatria.
LURTE -Álvaro Villa fotografía-

lunes, 21 de marzo de 2011

ADIÓS QUERIDO INVIERNO

    Así es queridos lectores. Esta madrugada hemos dicho adiós al invierno.
   Aaaaayyy, el invierno...esa estación odiada por la mayoría y en cambio defendida y añorada sólo por unos pocos.
   Desde hace algunas semanas podemos ver cómo toda la vegetación vuelve a la vida. Los árboles caducos empiezan a retoñar, el campo está precioso lleno de florecillas silvestres...y en breves, de polen. ¡Qué bonita es la primavera! Sobretodo para los alérgicos. Esas pobres personas que en cuanto hay una brizna de polen de gramíneas, de olivo, de ciprés en el aire se vuelven mocosas, lacrimosas...incluso en ocasiones presentan tales problemas respiratorios que acongoja tan sólo el mirarlas. Pero no pasa nada. Todos estamos contentos porque ya es primavera. Empiezan a subir las temperaturas y las tardes invitan a un paseo. Paseo que si es por el campo viene acompañado de innumerables insectos que salen a nuestro encuentro para hacernos "compañía". ¡Qué agradable es pasear cuando hace calor y una nube de mosquitos va tras de tí! O cuando paras un segundo y de repente notas un picor horrible en las piernas. ¡Maldición! ¡Has parado justo encima de un hormiguero! Pero ya hace calor, y todo lo demás no importa.
   Otro ritual excitante es el cambio de ropa en el armario. A quién no le gusta subir, bajar y mover prendas en los armarios. ¡Pero si es de lo más entretenido! El problema está en cuándo hacerlo. ¿Será demasiado pronto? ¿Volverá a hacer frío? No te preocupes. La cambies cuando la cambies, siempre tendrás que volver a echar mano de lo que has colocado en el lugar más inaccesible del armario.
Una vez que el ropero está listo para la nueva estación viene la prueba de fuego. Echas un vistazo a esa ropa ligera del año anterior. ¡Incluso hay prendas que ni recordabas tener! Y como te encanta el calor y lucir palmito, te la empiezas a probar. Coges ese pantalón de lino que tanto te gusta, te lo subes y...¡horror! Pero ¿cómo puede ser? Si el verano pasado me quedaba estupendo, cómo es posible que ahora me apriete y me marque toda la celulitis!! Un momento...¡¡¡celulitis!!! ¡Pero si yo la temporada pasada estaba estupenda! ¡Qué ha pasado! Ah, ya sé. Seguro que en el último lavado antes de mandar el pantalón a dormir durante el invierno encogió. Ha tenido que ser eso.
Una vez recuperada del susto coges una camiseta y para comprobar que estás en lo cierto, y que tú sigues igual de fantástica, te la pruebas. Ya al ponértela te cuesta bajarla un poco más que de costumbre, pero es lógico: tanto tiempo ahí guardada en el altillo...y si se lavó junto con el pantalón, pues es normal que haya encogido algo también, pero como es algodón...Te miras en el espejo y ahora es cuando tus constantes vitales se empiezan a desestabilizar. Madre del Amor Hermoso, pero ¿qué es esto que me sale aquí debajo del pecho? Pero si yo tenía una lorcita casi inapreciable que resultaba de lo más graciosa, y ahora…ahora…uuuff…ahora…¡pero si parezco un naufrago con el flotador puesto!  Desesperada compras cremas reductoras, buscas esa dieta milagrosa que una amiga te pasó porque a ella se la pasó otra amiga que conocía a una vecina que la hizo y perdió cinco kilos en una semana y te apuntas a un gimnasio para comenzar cuanto antes con la "operación bikini" y no ser el hazme reir  de la piscina. ¡Qué vergüenza lucir un cuerpo "normal"!
También podrías ir a dar largos paseos por el campo que resulta más económico que el gimnasio. Aire puro, sol...¡Con lo que te gusta que llegue el calor! Pero claro, entre el polen y los insectos... 

Aaaayy...pero qué ganas tengo de que llegue el invierno...

domingo, 6 de marzo de 2011

"EL QUE DUERME CONMIGO"

     Este sábado conversando en el bar, un buen amigo que entró a este blog me reprochaba que nombrara a su amigo de toda la vida como "el que duerme conmigo". Decía que le resultaba un tanto despectivo, a lo que yo le repliqué enseguida y le expliqué el por qué de llamarlo así. Le prometí que antes del lunes ya habría una entrada nueva explicando lo que significa para mí "el que duerme conmigo". Así de paso, queda explicado para todos por si alguien se ha llevado la misma impresión, y como lo prometido es deuda...

   A "el que duerme conmigo" podría llamarlo de muchas formas. Podría llamarlo marido, compañero, amante, esposo, amigo, pareja, mi amor...decidí llamarlo de esta forma porque considero que  dormir con alguien es el acto más íntimo que podemos realizar. Cuando estamos dormidos es el momento en el que nos volvemos más vulnerables, y poder dormirte junto a otra persona requiere un alto grado de confianza  hacia ella.
   Por otra parte está el lado poético de dormir. Un dormir relacionado con un soñar, un dejar volar la imaginación...un acto que al hacerlo conjuntamente con otra persona da la impresión de que van a poder unir sus mentes y compartir sus sueños.

   A su vez es una forma de preservar su intimidad, y por qué no, darle un toque de misterio...considero que es una forma muy bonita y original de nombrar a la persona con la que comparto vida...sueños...todo.

domingo, 20 de febrero de 2011

¡MI HIJO NO!


       Si pudieramos volver atrás en el tiempo (unos cien años, no hace falta irse más allá) y hacer un recorrido breve hasta nuestros días, nos daríamos cuenta del cambio tan brutal que ha sufrido nuestra forma de vida en todos los aspectos. El progreso científico y  tecnológico ha sido inmenso. ¿Te imaginas contarle a tu bisabuelo que ahora puedes ir de Zaragoza a Madrid en 80 minutos? Vamos, ¡estupefacto se quedaría con la noticia! Aunque yo creo que más estupefacto se quedaría si compartiera una semana en casa de sus descendientes. Y es que ha cambiado todo tanto que hasta la jerarquía familiar está dando la vuelta, y está llegando a un punto, que esperemos no sea un “punto de no retorno”. Bajo mi punto de vista, la cosa es grave amigos.

    Echemos la vista atrás. Pongámonos por ejemplo en la década de 1940 (años duros). En los años cuarenta tus progenitores eran padre y madre. Se les trataba de usted, se les tenía todo el respeto del mundo y más. En casa se hacía lo que padre decía, te gustase o no.  Las cosas eran así, y así se quedaban. Si hablamos de la escuela, seguro que a todos nos suena eso de “la letra con sangre entra”.


    Saltemos hasta los 80 (estos los conozco mejor). Por esta época, tus progenitores eran papá y mamá. Ya no los tratabas de usted, pero les seguías teniendo un respeto enorme. ¡Eran tus padres! En los ochenta, si hacías alguna travesura, lo normal era llevarte un zapatillazo en el trasero. ¡Incluso en presencia de otras personas! (Con lo peligroso que es hoy en día hacer eso). Yo he hablado muchas veces de esto con mis amigos y os puedo asegurar que ninguno, (y cuando digo ninguno quiero decir ninguno) de nosotros hemos quedado psicológicamente trastornados, ni nos ha creado ningún trauma infantil ni nada. Es más, cuando lo recordamos, ahora que el picor de trasero ya se nos ha pasado…casi hasta nos reímos  más del enfado que cogían nuestros padres (con toda la razón del mundo) y de cómo nos regañaban, que de la fechoría en sí. Podría decirse que hasta es  un “grato” recuerdo.
     Si en clase el maestro te regañaba, o te daba un cachete (entonces estaba permitido, ¿os acordáis? Era la escuela del terror ¿verdad?) tenías dos opciones: contarlo en casa o no. Si lo contabas, la respuesta menos mala podía ser: “algo habrás hecho”. Pero si nos ponemos en lo peor…era probable que además del castigo o cachete escolar te llevaras una reprimenda de propina para que no se volviera a repetir lo que fuera que hubieses hecho.
    Otro aspecto reseñable era cuando llegaba Navidad. Tú escribías la carta a los Reyes Magos, ya que el producto “Papá Noel” todavía no estaba disponible en estas latitudes. A veces te decían cuántos juguetes podías pedir (nunca más de tres), pero otras no. Lo que ocurre es que… ¡Oh sorpresa! ¡Pero si yo había pedido…y en lugar de eso me han traido esto otro! Otras veces, parte del pedido se debía quedar en algún camello despistado que no encontró tu casa.
De todas formas, nada de esto fue traumático para nosotros. Al contrario, nos hizo apreciar lo que cuesta conseguir las cosas.

   Dejamos los ochenta (pelos cardados, hombreras…ah no, espera, que esto no va de moda) y nos ponemos en dos mil once, por ejemplo.
   Tus progenitores y progenitoras  ahora se pueden seguir llamando papá y mamá o mamá y papá, que nadie se me ofenda. También está muy extendido el término mami y papi. Aunque hay otra fórmula menos abundante que a mí me llama especialmente la atención: llamar a tus padres por su nombre de pila. Cuando veo a un pedugo de no más de cuatro años llamando a su madre Julia y a su padre Miguel, me resulta extremadamente  chocante.
   Los niños y niñas de hoy día, como los de los ochenta y los de los años cuarenta, hacen travesuras. Lo que ocurre es que la forma de actuar de los padres y madres de hoy en día suele ser bien distinta que la de antaño. Ahora funciona más lo del castigo. Castigo que en muchas ocasiones se levanta para no oír gruñir a la criatura. Claro, lo del cachete ni te lo planteas. ¿Y si te ve algún papá o alguna mamá  en el parque? ¿Y si levantas más la voz y te oye algún vecino o vecina? Ten mucho cuidado, porque puedes acabar en la cárcel.
    En el cole…(ya no es la escuela) el pobre maestro y la pobra maestra no saben qué hacer cuando la situación se complica. Todo lo más es castigar sutilmente al alumno o alumna, o reñirle con  dulzura y  cariño, no sea que se traumatice. En caso de reprimenda en el cole, el niño o la niña seguro que lo va a contar en casa y entonces…¡Pobre educador o educadora! Al día siguiente, si es necesario uno o una se pide permiso en el trabajo y se va a hablar con el profe o la profa en cuestión. Si éstos/as le comentan al papá o a la mamá la travesura cometida por su retoño o retoña, enseguida papi y mami salen en defensa de su cachorro o cachorra con una energía y un arrojo  hasta entonces desconocidos. “¿Mi hijo? ¡Mi hijo no!”. En vez de valorar  la situación y contemplar la posibilidad de que esa “atrocidad” que le están contando haya sido obra de su angelito o angelita, directamente lo/la defienden a capa  y espada. Y si acaso…¡mucho cuidado señor maestro o señora maestra, que le va a caer un paquete que se va a enterar!
Llega Navidad y con ella vienen Papá Noel, los Reyes Magos…y pronto  nos sacaremos de la manga algún enviado de San Silvestre con muchos regalos para hacernos la trasnochada hasta las uvas más llevadera.
   
   Es tal el volumen de juguetes y maquinitas de última tecnología que reciben los muchachos y muchachas en estos días, que les es imposible asimilarlo. En ocasiones, ellos no piden todas esas cosas, pero como a sus amiguitos y amiguitas se lo van a regalar pues…¡cómo no va a tener mi hija o mi hijo uno igual!
   En definitiva, estamos creando bestias que se creen con todos los derechos del mundo y que no tienen la más mínima idea de lo que puede costar conseguir las cosas. Y si el asunto se nos va de las manos, cuando crecen y se vuelven adolescentes, ya hemos oído o leído varias veces en los medios de comunicación como está creciendo el número de padres y madres que denuncian a sus hijas  y  a sus hijos por agresión. ¿Fuerte no?

    Quería hacer una última reseña antes de terminar.
Quiero hablar de unas personas indispensables en la vida de todos nosotros y todas nosotras. Esas personas que fueron niños y niñas en los cuarenta, madres y padres en los setenta-ochenta y abuelos y abuelas en dos mil. Cuando ellos eran niños y niñas, los abuelos y abuelas ocupaban un lugar preferente en el hogar. Cuando fueron adultos y adultas, cuidaron a sus madres y padres con dedicación, tal y como les habían enseñado. Ahora les toca a ellos y ellas que los cuiden pero lo que se encuentran es a unos hijos e hijas que lejos de cuidarlos, lo único que hacen es utilizarlos de niñeras y  chicos de los recados. Esto por supuesto, mientras estén aptos y aptas, ¿y después? Sinceramente, creo que deberíamos replantearnos muchas cosas.

     Una última cosa queridas lectoras  y queridos lectores. Si os habéis hartado un pelín con tanto  masculino y femenino…ya perdonaréis, ¡pero es lo que pretendía!. Simplemente he exagerado el juego que últimamente se trae la sociedad entre manos. Yo sinceramente, creo que la igualdad no se consigue con este ridículo traqueteo de palabras en ambos géneros. La igualdad, bajo mi punto de vista, es otra cosa…o coso.


miércoles, 16 de febrero de 2011

LAS MANOS DE MATTEO

                                                       Esta mañana me he reencontrado con un viejo conocido (aunque en realidad no es viejo, lo dejaremos en madurito interesante). Hacía mucho tiempo que le debía una visita, pero... me pongo tan nerviosa en su presencia...Total que me armé de valor, llamé y quedé citada con él. Ufff, no os podéis imaginar que nervios esperando que llegara el día y la hora. ¿Cómo estará?Hace mucho que no le veo. Y él, ¿cómo me encontrará a mí? Bueno, pronto lo sabría. He llegado puntual como, salvo algún contratiempo, suele ser bastante habitual en mi. Según subía en el ascensor he comprendido el por qué de los espejos que tooodos tienen. Me he recolocado el pelo...todo en orden. ¡Vamos para allá! Dos respiraciones profundas antes de tocar el timbre y a esperar. ¡Menuda sorpresa me he llevado cuando he visto que abría la puerta su mujer! ¡¡Vamos a ser tres!! Esto no me lo esperaba, pero...puede resultar interesante. ¿Por qué no?
      He tenido que esperar un poco antes de entrar en la habitación porque Matteo todavía no estaba listo. Le gusta mucho cuidar los detalles, y a mí...¡a mí  me vuelve loca que los cuide tanto! Por fin ha llegado el momento y después de un montón de tiempo nos hemos reencontrado. Saludo cordial y cariñoso, como no podía ser menos. Y...bueno....como estas cosas cuánto antes se hagan, mejor (por eso de que si uno se lo  piensa mucho igual al final se arrepiente), pues hemos "entrado en materia" rápidamente.
    Para mi sorpresa, la mujer de Matteo, en vez de participar se ha dedicado a estar ahí mirando, aunque bien es cierto que alguna vez también ha ayudado. Al principio casi me he asustado un poco. La esposa de Matteo ha dicho: ¿llegaremos a los 25? Yo no recordaba "esos 25" en otras ocasiones, o igual  con prisas, no los aprecié tanto. El caso es que Matteo, que siempre ha sabido leer mis gestos a la perfección, se ha dado cuenta y enseguida ha replicado: No te preocupes, voy a ir muy despacito, ya lo sabes. Claro, así...pues no me han quedado otras que decirle: si ya sé que estoy en muy buenas manos, pero ya me conoces,  al principio siempre estoy nerviosa.
      Bueno, pues al final no han sido 25 sino 22. Después de hora y media ahí con una postura, digamos poco ortodoxa, llevaba el cuello y la boca que no los sentía, pero al final todo ha ido a las mil maravillas y las manos de Matteo en mí (esas manos) han vuelto a obrar el milagro.

     P.D. Los 22 no son cm, sino mm. Milímetros de raíz de una muela que me han tenido que desvitalizar. Pues sí queridos amigos-lectores: hoy he ido a ver a Matteo, mi dentista. ¡¡Y menuda mañana de nervios!! ¿Qué os habíais creído?





lunes, 14 de febrero de 2011

Carolan's dream

      Tomo prestado el título de una composición de Turlough O'Carolan para contaros la siguiente historia:
      Supongo que muchos os estaréis preguntando quién es ese tal Turlough O'Carolan. Pues bien, Turlough fue un músico y compositor irlandés que nació en 1670. Era apreciado en su época por ser un gran arpista y poeta. A los 18 años quedó ciego a causa de la viruela, pero eso no le impidió gozar de un buen sentido del humor, aunque en ocasiones y a causa de algunos tragos de más, su genio se volvía más agrío.
    A pesar de las dificultades ocasionadas por su ceguera, Turlough no paró de crear música, o de reconvertir la música tradicional de su Irlanda natal, eso sí , con un exquisito toque barroco. No dejó de imaginar y de soñar.

    Una mañana se levantó especialmente alegre. Su esposa al verlo de tan buen humor le dijo: -¿Qué ha ocurrido esta noche? Habéis debido soñar con los mismísimos ángeles para estar tan feliz.
A lo que él respondió: - No, con los ángeles, no. He soñado con el paraíso. Permitidme que os cuente qué cosas tan fascinantes he vivido esta noche. De repente, como si hubiese  recuperado la visión milagrosamente, me he encontrado en un teatro, en un tiempo futuro, no sabría decíos exactamente cuándo. En el escenario había una luz casi onírica y allí mismo se encontraban los instrumentos  que me son tan familiares como la gaita, el violín, el bodhran...y mi queridísima arpa.
Al poco tiempo han aparecido los músicos con una extraña vestimenta, todo sea dicho. Un cuarteto de cuerda al fondo y otros cinco músicos delante. Mi querida esposa, ¡hasta había dos damas en el escenario!. Tras un silencio absoluto por parte de los asistentes, ha empezado a sonar una melodía que a pesar de lo extraño de la situación, me ha hecho sentir como en casa. Debo decíos que estos músicos tocaban con gran maestría y una delicadeza y sensibilidad extremas.
   El sonido inundaba toda la sala con una claridad que hasta ahora jamás habría imaginado, y la luz...no os podéis imaginar cómo era la luz que rodeaba a los músicos. ¡Hubo un momento en el que os juro pensé que iba a amanecer allí mismo! La música empezó a crecer en intensidad, y en ese mismo instante, como si de brujería se tratase, una luz empezó a brotar detrás de los músicos. ¡En verdad os digo que el mismo sol estuvo presente en el teatro!
   Fijáos cuál era mi nivel de asombro y embriaguez musical que me olvidé de respirar en varias ocasiones y los ojos se me llenaron de lágrimas presos por la emoción otras tantas. A pesar de la tristeza que he sentido al despertar y sentir que la luz de mis ojos se había vuelto a apagar, la sensación que tengo ahora es la de una inmensa alegría por todo lo vivido esta noche.

   Yo no lo ví, pero es seguro que Turlough, como yo, estuvo en un concierto del grupo aragonés que tomó su apellido como nombre. Nada más que añadir. Turlough O'Carolan lo ha descrito perfectamente en su sueño.

Os dejo un trocito de O'Carolan para que vosotros también lo disfrutéis.

martes, 25 de enero de 2011

Podemos soñar con un café...

   Esta mañana he recibido una carta (bueno, en realidad no la he recibido, he ido yo a por ella a la oficina de correos porque tenemos una cartera en mi pueblo tan maja tan maja que no quiere echar las cartas en los buzones. Dice que están mal puestos. Y a mi me entra la risa floja cuando veo los buzones en tooodos los pueblos de alrededor "peor colocados" que el mío y en estos sí se puede depositar la correspondencia. Si además añadimos que el horario de oficina es de 9:45 a 10:15 y que yo trabajo fuera de mi pueblo y salgo a las 10:00 de trabajar...que me perdone algún ciclista si le doy un pequeño susto el día que decido ir a buscar la correspondencia pero es que...o voy conduciendo como las locas o si no...pues no llego. En fin...a lo que íbamos que es mucho más agradable). El  caso es que esta mañana he llegado a tiempo de recoger el correo y además de ofertas ya caducadas con descuentos interesantes que no he podido disfrutar por gentileza del servicio de correos, también había una carta...de propaganda, pero un tanto especial.
   Era la carta del sueldo de 2.000 € para toda la vida de Nescafé. Que sí...que ya sé que nadie conoce a nadie que le haya tocado algo así nunca, pero chicos, qué queréis que le haga, yo soy tan ignorante (soñadora me gusta más) que me lo creo. El caso es que este año viene con una carta "manuscrita" en papel como el que utilizaba mi abuela cuando nos escribía (todavía me acuerdo de esa caligrafía casi perfecta, sólo mellada por un pulso algo temblón) y una foto de la supuesta ganadora de hace 11 años, ¡ahí es nada!
   La señora contaba cómo le había cambiado la vida después de aquello, y la verdad, por lo que he podido leer, en el fondo somos todos muy parecidos. Esta señora después de comprarle el coche de su sueños a su esposo, se ha dedicado a viajar junto a su familia.
   Yo, como es típico en mí, he empezado a volar...y a volar...y qué placer...
   Con mis dos trabajos, ni de lejos llego a los dos mil euros mensuales, así que...añadir dos mil euros todos los meses a mí (nuestra, que somos dos) economía...¡Jo! ¡Molaría un montón qué queréis que os diga! ¿Os apetece soñar conmigo?
   Lo primero que he pensado: Dios...la hipoteca ya no sería un pozo sin fondo. Se convertiría en un huequecillo insignificante, ¡qué gozada! Lo de viajar...pues sí. Como a la señora de la publicidad, a mí también me gustaría hacer viajes. Grandes viajes, pequeñas escapadas...Aunque es un destino que no me llama especialmente la atención, visitaría América (Alaska o Canadá estarían bien) ya que técnicamente,  es el único continente que nos falta...Viajaría por supuesto por España, y por Europa...Italia... podría ir a mi querida Florencia (mia cara Firenze) alguna otra vez, y volver a sentarme en las escaleras de la plaza de San Lorenzo a comerme un helado de esos que sólo en Italia saben hacer. Volver a ver el David...(para mí hay un antes y un después una vez visto el David de Miguel Ángel)...
  Un viaje que el que duerme conmigo y yo ya hemos comentado en alguna ocasión y nunca podemos hacer por falta de tiempo (y dinero) sería ir en moto hasta Blanes y desde allí coger la carretera de la costa y llegar hasta Italia bordeando el Mediterráneo. Costa Brava, costa Azul...llegar por ejemplo a Portofino, y poder parar en todos los rincones interesantes que nos encontraramos a nuestro paso...Y también podría ir a...y a....
   En definitiva, que dos mil euros no son una Primitiva multimillonaria, que no nos iban a quitar de trabajar, que se van en un suspiro...pero...qué tranquilidad saber que cuentas con ellos todos los meses de tu vida, y que bien administrados...te pueden hacer la vida mucho más llevadera. Eso por no ponernos dramáticos y pensar en que cuando tengamos que ir a una residencia de la tercera edad, al menos podremos pagar una que cueste dos mil euros...
   El caso es que nosotros bebemos Nescafé, y llevo intención de enviar todas las cartas que me sea posible...¿y si esta vez me tocan a mí?

jueves, 6 de enero de 2011

¡Hola!

   ¡Hola hola!
   Lo primero, ¡feliz año nuevo! y lo segundo...ya sé que hace tiempo que no escribo. Alguno hasta me lo habéis dicho en persona (gracias por entrar de vez en cuando). No es que lo tenga olvidado, sino que me rondan varias ideas por la cabeza pero no termina de cuajar ninguna. Supongo que en unos días podré hacer no sé...un "resumen" de las navidades que con añoranza para unos y gran alegría para muchos terminan hoy; o tal vez mañana, que probablemente iré de rebajas, surja alguna situación que me "inspire" para escribir algo que como siempre sirva para que os entretengáis y si os gusta, mejor.     
   Eso siempre y cuando sobreviva a las filas en caja para pagar dos tonterías que NO necesito, pero como me quedaban bien y estaban baratas....por otra parte, primer día oficial de verdad de rebajas en todas partes...uf, no sé, igual me rajo y no voy. Bueno, sea como fuere, ya os contaré y si no...dejaremos volar la imaginación.