Este es un blog modesto, sin grandes pretensiones. Su única finalidad es que tú que acabas de entrar pases un rato agradable con su lectura.
Las entradas que vas a encontrar son todas originales de Sabbie.

jueves, 29 de septiembre de 2011

NATA MONTADA EN DO MENOR

      La idea de esta entrada surge de una conversación que tuve ayer en el trabajo. Una compañera empezó a hablar de música (sííí, fue ella la que empezó, no fui yo. Palabra de gaitera). Me estuvo contando que su hermano y su hijo eran músicos...y yo le conté mi parte bla bla bla...pero con lo que me quedé fue con lo siguiente: ella no paraba de repetirme "me gusta mucho la música, pero no entiendo" y lo decía casi como sintiéndose culpable, como si por "no entender" no tuviera derecho a opinar. Ni siquiera a decir que le gustaba la música.
   Ahora viene mi pregunta refiriéndonos al arte en general y a la música en particular: ¿Es necesario saber (sea la disciplina que sea) para decidir si te gusta?
   Enseguida me vino a la cabeza un ejemplo muy claro. Como suele ser habitual en mí, pensé en comida. Te puedes comer el postre más rico que jamás hayas probado (a mí me chifla el brazo de gitano con chocolate de mi tía Pili) y no tener ni idea de cómo lo han hecho. Puede que jamás hayas hecho un bizcocho o jamás hayas montado nata, ¡y qué! ¿Por eso no puedes decir si te gusta o no? ¿Tu opinión no es valida? Está claro que un repostero podrá sacarle muchos más matices que tú. Probablemente sobre aspectos que a tí ni se te pasan por la imaginación. Para tí la nata montada es eso: nata montada. Y si te gusta, ¡pues te gusta y ya está!
   Esto mismo lo podemos trasladar a la música, a la pintura, a la escultura...
   A mí me das un cincel, martillo y un trozo de mármol y...sí, con suerte puedo acabar rompiendo el mármol, pero ya está. Eso no quiere decir que, como ya os conté en otra entrada, al ver el David de Miguel Ángel en Florencia me pusiera a llorar como una magdalena. Emocionarse y disfrutar de algo bonito está al alcance de todos. Sólo depende de tu sensibilidad. Ahora bien, la cosa se torna diferente cuando eres tú el que, al practicar cualquier arte, consigues emocionar al resto. Esto, en mi opinión, es de las cosas más bonitas que te pueden ocurrir en esta vida.
  Yo, a pesar de que mi nivel musical es echándolo alto de menos tres, me considero músico (eso sí muy modestamente. Soy consciente de ello eh? No os penséis que no). Pues bueno, incluso desde mi modesto inframundo musical he tenido la suerte de poder ver cómo otros disfrutaban con lo que yo hacía. En más de una ocasión, cantando con el coro y tocando el saxo en bodas, he visto llorar a la gente. (Quiero pensar que por la emoción del momento, unida a la música que escuchaban. Espero que no fuera por lo espantoso de la música).
   Otro caso que me sorprendió fue cuando en un ensayo general con la banda de música (esos ensayos matutinos que preceden al concierto de la tarde, donde sabes que hay que darlo todo) yo tenía que  hacer un solo al principio de un arreglo de la música de Braveheart, justo al terminarlo el director paró, y mi compañera de al lado me dijo: "Uf, qué bonito... ¡Mira!" ¡Llevaba los pelos del brazo totalmente erizados!! Me eché a reir. Desde luego, no era para tanto, pero por lo visto para ella sí. La verdad es que me hizo sentir muy bien y me dió mucha confianza para hacerlo lo mejor posible en el concierto.
   El caso más reciente fue hace unos días. Eran las fiestas de un pueblo cercano y para corresponder a la invitación que nos habían hecho, fui a tocar con los gaiteros del lugar. Después del pasacalles de rigor, tras la comida, volvimos a tocar. Yo "tocaba" la gaita (considero que todavía no es tocar lo que hago con ella, pero ya llegará) acompañada por una tarota muy bien tocada. Tocamos la Danza del Oso. No la habíamos ensayado antes ni nada. ¡A lo valiente! Los percusionistas, instintivamente, empezaron a acelerar. Esto (y el vino de la comida) hizo que los asistentes se empezaran a animar cada vez más. ¡Cuál fue mi asombro cuando ví a toda la peña dando palmas, e incluso algún bote! ¡Conseguimos poner en pie el garito! Eso amigos, fue grande, muyyyy grande. En esa ocasión el escalofrío lo sentí yo.
   Conclusión.  En este caso dirigida a los que de verdad hacéis arte: por favor, no dejéis nunca de hacerlo. No sabéis cómo nos llegáis a endulzar la vida a los profanos con un concierto... con una exposición...con nata montada.