Este es un blog modesto, sin grandes pretensiones. Su única finalidad es que tú que acabas de entrar pases un rato agradable con su lectura.
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domingo, 15 de mayo de 2011

EL REGRESO DEL ALMOGAVAR

     Me presentaré:
     Mi nombre es Felicia. Nací en los albores del siglo XIV en Çaragoça en el seno de una familia acomodada. Mi padre es caballero de confianza del rey Jaime II; mi madre falleció al darme a luz, por lo que he crecido bajo la protección total de mi padre, pero sin el cariño de una madre. Pronto cumpliré catorce años y seré desposada con un gran señor del que poco os puedo contar, ya que tan sólo conozco su nombre y su edad: Arnau Gisbert de veintiocho años..
    La vida transcurre tan apacible y cómoda como aburrida. Es cierto que dispongo de toda clase de comodidades dada la posición social de mi familia, pero lo que para cualquier joven sería un sueño, para mi es una pesadilla. Apenas puedo salir de casa, y cuando lo hago, siempre es en compañía de mi criada y no se me permite hablar con nadie. Como podéis ver, mi vida tiene poco de atractivo.
   La única vía de escape la tengo en la imaginación. Todos los días le doy gracias al cielo por haberme concedido una mente despierta y un espíritu inquieto.

   Fue recién entrada la primavera cuando una noticia agitó a toda la ciudad. Los bravos guerreros almogávares habían conquistado los territorios de Neopatria para gloria del reyno de Aragón y próximamente serían recibidos con honores en la ciudad.
   ¡Los almogávares! Cuántas veces  habíamos oído contar las hazañas de estos mercenarios que entraban en lucha golpeando sus armas con piedras  al grito de ¡dispierta fierro! También habíamos oído hablar de una compañía almogávar que se hacía llamar Lurte. Esta, además de por la valentía en el combate, también era de sobras conocida por la maestría de sus componentes al hacer música.
   Cuántas veces mi imaginación ha volado al oir estas historias de sangre y batallas. Tiene que ser dura la vida de un guerrero...pero a la vez ¡qué excitante! Cuántas veces me he visto empuñando cuchillo y lanza gritando ¡Aragón! y corriendo hacia el enemigo. Vencer o morir. Cuántas veces me he imaginado durmiendo al raso, con un ojo cerrado y otro abierto, siempre alerta. Cuántas veces...he vuelto a la realidad de sedas y terciopelo, no sin cierto alivio, pero con gran melancolía.

   En esta ocasión era precisamente la compañía Lurte la que regresaba después de la conquista de Neopatria. ¡Por fin iba a poder admirar de cerca a un auténtico guerrero almogávar! 
   Y llegó el día. La ciudad hervía de actividad. Todo tenía que estar listo para la llegada de los guerreros. Y yo, aprovechando que mi señor padre estaría con el rey, podría asomarme y verlos pasar sin ningún reparo. 
   Ya es la hora. Las gentes se agolpan en las calles esperando la triunfal entrada de Lurte. Las tabernas están llenas de hombres que beben y ya ebrios siguen brindando por los almogávares y por Neopatria. Yo estoy asomada en la ventana más alta que hay en casa, desde la que se divisa más allá de la muralla que cierra la ciudad. A lo lejos se ve una nube de polvo en el camino. ¡Ya están aquí! Corriendo bajo a un gran ventanal que da a la calle desde donde podré apreciar con más detalle el desfile de los guerreros. ¡No os podéis imaginar cuánta emoción llevo contenida! Un caballero entra a galope gritando que ya vienen y toda la actividad se paraliza. Todo el mundo quiere estar presente. Al poco tiempo se empiezan a escuchar unos pasos lejanos  que poco a poco se van volviendo más claros, y allí, entre vítores y clamores aparece la compañía almogávar. ¡No me lo puedo creer! ¡Tengo a escasa distancia a los guerreros de los que tanto he oído hablar! Entran tan orgullosos por la victoria como demacrados por el esfuerzo de la batalla. En esta ocasión empuñan las otras  armas por las que también son conocidos. Es una música cautivadora la que sale de estos instrumentos. Melodías de tierras lejanas, muchas de ellas forjadas directamente en el corazón de los guerreros. Son  unos sones fuertes como los mercenarios, pero ejecutados con una delicadeza y maestría sin igual.
   El desfile con gran pesar por mi parte llega a su fin. Las gentes dicen que durante un tiempo estos guerreros irán de ciudad en ciudad narrando sus batallas. ¡Ojalá pudiera salir y verlos!... De momento me quedo soñando con Lurte y su Neopatria.
LURTE -Álvaro Villa fotografía-