Este es un blog modesto, sin grandes pretensiones. Su única finalidad es que tú que acabas de entrar pases un rato agradable con su lectura.
Las entradas que vas a encontrar son todas originales de Sabbie.

domingo, 20 de febrero de 2011

¡MI HIJO NO!


       Si pudieramos volver atrás en el tiempo (unos cien años, no hace falta irse más allá) y hacer un recorrido breve hasta nuestros días, nos daríamos cuenta del cambio tan brutal que ha sufrido nuestra forma de vida en todos los aspectos. El progreso científico y  tecnológico ha sido inmenso. ¿Te imaginas contarle a tu bisabuelo que ahora puedes ir de Zaragoza a Madrid en 80 minutos? Vamos, ¡estupefacto se quedaría con la noticia! Aunque yo creo que más estupefacto se quedaría si compartiera una semana en casa de sus descendientes. Y es que ha cambiado todo tanto que hasta la jerarquía familiar está dando la vuelta, y está llegando a un punto, que esperemos no sea un “punto de no retorno”. Bajo mi punto de vista, la cosa es grave amigos.

    Echemos la vista atrás. Pongámonos por ejemplo en la década de 1940 (años duros). En los años cuarenta tus progenitores eran padre y madre. Se les trataba de usted, se les tenía todo el respeto del mundo y más. En casa se hacía lo que padre decía, te gustase o no.  Las cosas eran así, y así se quedaban. Si hablamos de la escuela, seguro que a todos nos suena eso de “la letra con sangre entra”.


    Saltemos hasta los 80 (estos los conozco mejor). Por esta época, tus progenitores eran papá y mamá. Ya no los tratabas de usted, pero les seguías teniendo un respeto enorme. ¡Eran tus padres! En los ochenta, si hacías alguna travesura, lo normal era llevarte un zapatillazo en el trasero. ¡Incluso en presencia de otras personas! (Con lo peligroso que es hoy en día hacer eso). Yo he hablado muchas veces de esto con mis amigos y os puedo asegurar que ninguno, (y cuando digo ninguno quiero decir ninguno) de nosotros hemos quedado psicológicamente trastornados, ni nos ha creado ningún trauma infantil ni nada. Es más, cuando lo recordamos, ahora que el picor de trasero ya se nos ha pasado…casi hasta nos reímos  más del enfado que cogían nuestros padres (con toda la razón del mundo) y de cómo nos regañaban, que de la fechoría en sí. Podría decirse que hasta es  un “grato” recuerdo.
     Si en clase el maestro te regañaba, o te daba un cachete (entonces estaba permitido, ¿os acordáis? Era la escuela del terror ¿verdad?) tenías dos opciones: contarlo en casa o no. Si lo contabas, la respuesta menos mala podía ser: “algo habrás hecho”. Pero si nos ponemos en lo peor…era probable que además del castigo o cachete escolar te llevaras una reprimenda de propina para que no se volviera a repetir lo que fuera que hubieses hecho.
    Otro aspecto reseñable era cuando llegaba Navidad. Tú escribías la carta a los Reyes Magos, ya que el producto “Papá Noel” todavía no estaba disponible en estas latitudes. A veces te decían cuántos juguetes podías pedir (nunca más de tres), pero otras no. Lo que ocurre es que… ¡Oh sorpresa! ¡Pero si yo había pedido…y en lugar de eso me han traido esto otro! Otras veces, parte del pedido se debía quedar en algún camello despistado que no encontró tu casa.
De todas formas, nada de esto fue traumático para nosotros. Al contrario, nos hizo apreciar lo que cuesta conseguir las cosas.

   Dejamos los ochenta (pelos cardados, hombreras…ah no, espera, que esto no va de moda) y nos ponemos en dos mil once, por ejemplo.
   Tus progenitores y progenitoras  ahora se pueden seguir llamando papá y mamá o mamá y papá, que nadie se me ofenda. También está muy extendido el término mami y papi. Aunque hay otra fórmula menos abundante que a mí me llama especialmente la atención: llamar a tus padres por su nombre de pila. Cuando veo a un pedugo de no más de cuatro años llamando a su madre Julia y a su padre Miguel, me resulta extremadamente  chocante.
   Los niños y niñas de hoy día, como los de los ochenta y los de los años cuarenta, hacen travesuras. Lo que ocurre es que la forma de actuar de los padres y madres de hoy en día suele ser bien distinta que la de antaño. Ahora funciona más lo del castigo. Castigo que en muchas ocasiones se levanta para no oír gruñir a la criatura. Claro, lo del cachete ni te lo planteas. ¿Y si te ve algún papá o alguna mamá  en el parque? ¿Y si levantas más la voz y te oye algún vecino o vecina? Ten mucho cuidado, porque puedes acabar en la cárcel.
    En el cole…(ya no es la escuela) el pobre maestro y la pobra maestra no saben qué hacer cuando la situación se complica. Todo lo más es castigar sutilmente al alumno o alumna, o reñirle con  dulzura y  cariño, no sea que se traumatice. En caso de reprimenda en el cole, el niño o la niña seguro que lo va a contar en casa y entonces…¡Pobre educador o educadora! Al día siguiente, si es necesario uno o una se pide permiso en el trabajo y se va a hablar con el profe o la profa en cuestión. Si éstos/as le comentan al papá o a la mamá la travesura cometida por su retoño o retoña, enseguida papi y mami salen en defensa de su cachorro o cachorra con una energía y un arrojo  hasta entonces desconocidos. “¿Mi hijo? ¡Mi hijo no!”. En vez de valorar  la situación y contemplar la posibilidad de que esa “atrocidad” que le están contando haya sido obra de su angelito o angelita, directamente lo/la defienden a capa  y espada. Y si acaso…¡mucho cuidado señor maestro o señora maestra, que le va a caer un paquete que se va a enterar!
Llega Navidad y con ella vienen Papá Noel, los Reyes Magos…y pronto  nos sacaremos de la manga algún enviado de San Silvestre con muchos regalos para hacernos la trasnochada hasta las uvas más llevadera.
   
   Es tal el volumen de juguetes y maquinitas de última tecnología que reciben los muchachos y muchachas en estos días, que les es imposible asimilarlo. En ocasiones, ellos no piden todas esas cosas, pero como a sus amiguitos y amiguitas se lo van a regalar pues…¡cómo no va a tener mi hija o mi hijo uno igual!
   En definitiva, estamos creando bestias que se creen con todos los derechos del mundo y que no tienen la más mínima idea de lo que puede costar conseguir las cosas. Y si el asunto se nos va de las manos, cuando crecen y se vuelven adolescentes, ya hemos oído o leído varias veces en los medios de comunicación como está creciendo el número de padres y madres que denuncian a sus hijas  y  a sus hijos por agresión. ¿Fuerte no?

    Quería hacer una última reseña antes de terminar.
Quiero hablar de unas personas indispensables en la vida de todos nosotros y todas nosotras. Esas personas que fueron niños y niñas en los cuarenta, madres y padres en los setenta-ochenta y abuelos y abuelas en dos mil. Cuando ellos eran niños y niñas, los abuelos y abuelas ocupaban un lugar preferente en el hogar. Cuando fueron adultos y adultas, cuidaron a sus madres y padres con dedicación, tal y como les habían enseñado. Ahora les toca a ellos y ellas que los cuiden pero lo que se encuentran es a unos hijos e hijas que lejos de cuidarlos, lo único que hacen es utilizarlos de niñeras y  chicos de los recados. Esto por supuesto, mientras estén aptos y aptas, ¿y después? Sinceramente, creo que deberíamos replantearnos muchas cosas.

     Una última cosa queridas lectoras  y queridos lectores. Si os habéis hartado un pelín con tanto  masculino y femenino…ya perdonaréis, ¡pero es lo que pretendía!. Simplemente he exagerado el juego que últimamente se trae la sociedad entre manos. Yo sinceramente, creo que la igualdad no se consigue con este ridículo traqueteo de palabras en ambos géneros. La igualdad, bajo mi punto de vista, es otra cosa…o coso.


miércoles, 16 de febrero de 2011

LAS MANOS DE MATTEO

                                                       Esta mañana me he reencontrado con un viejo conocido (aunque en realidad no es viejo, lo dejaremos en madurito interesante). Hacía mucho tiempo que le debía una visita, pero... me pongo tan nerviosa en su presencia...Total que me armé de valor, llamé y quedé citada con él. Ufff, no os podéis imaginar que nervios esperando que llegara el día y la hora. ¿Cómo estará?Hace mucho que no le veo. Y él, ¿cómo me encontrará a mí? Bueno, pronto lo sabría. He llegado puntual como, salvo algún contratiempo, suele ser bastante habitual en mi. Según subía en el ascensor he comprendido el por qué de los espejos que tooodos tienen. Me he recolocado el pelo...todo en orden. ¡Vamos para allá! Dos respiraciones profundas antes de tocar el timbre y a esperar. ¡Menuda sorpresa me he llevado cuando he visto que abría la puerta su mujer! ¡¡Vamos a ser tres!! Esto no me lo esperaba, pero...puede resultar interesante. ¿Por qué no?
      He tenido que esperar un poco antes de entrar en la habitación porque Matteo todavía no estaba listo. Le gusta mucho cuidar los detalles, y a mí...¡a mí  me vuelve loca que los cuide tanto! Por fin ha llegado el momento y después de un montón de tiempo nos hemos reencontrado. Saludo cordial y cariñoso, como no podía ser menos. Y...bueno....como estas cosas cuánto antes se hagan, mejor (por eso de que si uno se lo  piensa mucho igual al final se arrepiente), pues hemos "entrado en materia" rápidamente.
    Para mi sorpresa, la mujer de Matteo, en vez de participar se ha dedicado a estar ahí mirando, aunque bien es cierto que alguna vez también ha ayudado. Al principio casi me he asustado un poco. La esposa de Matteo ha dicho: ¿llegaremos a los 25? Yo no recordaba "esos 25" en otras ocasiones, o igual  con prisas, no los aprecié tanto. El caso es que Matteo, que siempre ha sabido leer mis gestos a la perfección, se ha dado cuenta y enseguida ha replicado: No te preocupes, voy a ir muy despacito, ya lo sabes. Claro, así...pues no me han quedado otras que decirle: si ya sé que estoy en muy buenas manos, pero ya me conoces,  al principio siempre estoy nerviosa.
      Bueno, pues al final no han sido 25 sino 22. Después de hora y media ahí con una postura, digamos poco ortodoxa, llevaba el cuello y la boca que no los sentía, pero al final todo ha ido a las mil maravillas y las manos de Matteo en mí (esas manos) han vuelto a obrar el milagro.

     P.D. Los 22 no son cm, sino mm. Milímetros de raíz de una muela que me han tenido que desvitalizar. Pues sí queridos amigos-lectores: hoy he ido a ver a Matteo, mi dentista. ¡¡Y menuda mañana de nervios!! ¿Qué os habíais creído?





lunes, 14 de febrero de 2011

Carolan's dream

      Tomo prestado el título de una composición de Turlough O'Carolan para contaros la siguiente historia:
      Supongo que muchos os estaréis preguntando quién es ese tal Turlough O'Carolan. Pues bien, Turlough fue un músico y compositor irlandés que nació en 1670. Era apreciado en su época por ser un gran arpista y poeta. A los 18 años quedó ciego a causa de la viruela, pero eso no le impidió gozar de un buen sentido del humor, aunque en ocasiones y a causa de algunos tragos de más, su genio se volvía más agrío.
    A pesar de las dificultades ocasionadas por su ceguera, Turlough no paró de crear música, o de reconvertir la música tradicional de su Irlanda natal, eso sí , con un exquisito toque barroco. No dejó de imaginar y de soñar.

    Una mañana se levantó especialmente alegre. Su esposa al verlo de tan buen humor le dijo: -¿Qué ha ocurrido esta noche? Habéis debido soñar con los mismísimos ángeles para estar tan feliz.
A lo que él respondió: - No, con los ángeles, no. He soñado con el paraíso. Permitidme que os cuente qué cosas tan fascinantes he vivido esta noche. De repente, como si hubiese  recuperado la visión milagrosamente, me he encontrado en un teatro, en un tiempo futuro, no sabría decíos exactamente cuándo. En el escenario había una luz casi onírica y allí mismo se encontraban los instrumentos  que me son tan familiares como la gaita, el violín, el bodhran...y mi queridísima arpa.
Al poco tiempo han aparecido los músicos con una extraña vestimenta, todo sea dicho. Un cuarteto de cuerda al fondo y otros cinco músicos delante. Mi querida esposa, ¡hasta había dos damas en el escenario!. Tras un silencio absoluto por parte de los asistentes, ha empezado a sonar una melodía que a pesar de lo extraño de la situación, me ha hecho sentir como en casa. Debo decíos que estos músicos tocaban con gran maestría y una delicadeza y sensibilidad extremas.
   El sonido inundaba toda la sala con una claridad que hasta ahora jamás habría imaginado, y la luz...no os podéis imaginar cómo era la luz que rodeaba a los músicos. ¡Hubo un momento en el que os juro pensé que iba a amanecer allí mismo! La música empezó a crecer en intensidad, y en ese mismo instante, como si de brujería se tratase, una luz empezó a brotar detrás de los músicos. ¡En verdad os digo que el mismo sol estuvo presente en el teatro!
   Fijáos cuál era mi nivel de asombro y embriaguez musical que me olvidé de respirar en varias ocasiones y los ojos se me llenaron de lágrimas presos por la emoción otras tantas. A pesar de la tristeza que he sentido al despertar y sentir que la luz de mis ojos se había vuelto a apagar, la sensación que tengo ahora es la de una inmensa alegría por todo lo vivido esta noche.

   Yo no lo ví, pero es seguro que Turlough, como yo, estuvo en un concierto del grupo aragonés que tomó su apellido como nombre. Nada más que añadir. Turlough O'Carolan lo ha descrito perfectamente en su sueño.

Os dejo un trocito de O'Carolan para que vosotros también lo disfrutéis.